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Por: José Sant Roz/
Por ahí andaban regando que Zapata se está muriendo de hambre, que está muy enfermo, que no tiene dónde caerse muerto y que el profesor Lupa andaba preocupando y hasta pidiéndole al Presidente que velara por el estado de agonía de tan insigne muerto de hambre.
Desde que Bolívar murió con una camisa prestada (que nunca devolvió, claro), en la más absoluta pobreza, unos cuantos vivarachos han querido también aparecer como unos mendigos, como unos pobres, abandonados y desahuciados seres de toda protección humana. Para información de cuanto pendejo pueda haber en este país, les aclaro que el rector de la Universidad de Los Andes, el señor Lester Rodríguez le pagó hace poco a Pedro León Zapata 400.000 bolívares fuertes por un mural que hizo para la Facultad de Arquitectura, que lleva por nombre “Otros Mundos”.
Si se está muriendo de hambre, un hombre que era la mano derecha de la marchante Sofía Imber y que el Museo de Arte Contemporáneo, durante el reinado de Sofía le llegó a comprar 486 cuadros, qué quedará para los que ganan apenas el salario mínimo. Zapata vivió y gozó de tres décadas de puntofijismo, vendiéndose a la derecha. Su odio contra el gobierno de Chávez se debe, a que en 1999 quiso que Ipostel le comprara obras suyas por un valor de 400 millones de bolívares, para una serie de estampilla. La respuesta de ese organismo fue que, de elaborar sellos con cuadros, preferirían adquirirlos de 40 artistas prometedores y ayudar a éstos en su carrera artística.
No nos joroben.
Lo mismo, inventaron de Rómulo Betancourt, que no tenía dónde caerse muerto y de que hasta una colecta hubo que hacer para comprarle la casita de Pacairigua, con piscina y todo. A Betancourt siempre le estaban regalando “detallitos cuchis” porque los adecos vivían regando que su líder máximo no tenía ni siquiera una camisa decente. Mediante una colecta de algunos pocos magnates de su partido o amigos de su partido, consiguieron, después de grandes esfuerzos, obsequiarle la quinta Pacairigua. [1] En esta recolecta se le solicitaba a los compañeros que el aporte no fuese superior a los 40 mil bolívares, como dando a entender que la gente fuese modesta en sus ofertas. Cuarenta mil bolívares entonces representaban cerca de 10 mil dólares: Más de un ojo de la cara. Se encontraba en una zona residencial de Este de Caracas, acorde con su alta y delicada condición social. Entre los contribuyentes estaba un tal Mario Mauriello, personaje que luego recuperaría con creces su generosa donación, ganando repetidas veces el “5 y 6”. El Hipódromo, al igual que las aduanas y los peajes del país eran una espantosa máquina de producir billetes para los grandes insaciables ladrones de Acción Democrática y COPEI.
La casita, en verdad, incomodaba a los amigos de alto jefe adeco, y en un principio él mismo se quejó de que era algo pequeña. Entonces se amplió un poco y se le agregó una piscina para que en ella se divirtieran él y sus nietos los fines de semana. Los altos jerarcas del CEN, para que se sintiera orgulloso, le decían: “Maestro, esto es lo poco que el pueblo le ha podido ofrendar por su inmensa y larga lucha a favor de la noble causa de los pobres.”
Mariano Picón Salas en un artículo dice que Betancourt “sale de la Presidencia de la República sin casa donde vivir, pero ganándose la admiración y el respeto de aun quienes le negaron, odiaron y ofendieron.[1]” Y uno se pregunta: ¿Tan arruinado salió que luego se dedicó a viajar por el mundo en los mejores cruceros y viviendo en mansiones, durante años? Con una décima parte de lo que gastó en esos viajes pudo haberse comprado diez señoriales palacios en el Este de Caracas, pero era tan sinvergüenza que sabía que sus amigos (ladrones) podían regalársela.
Es pues, totalmente falso que la quinta Pacairigua se levantó con una colecta que hizo AD, y con los aportes de los cacos empresariales amigos de Betancourt. Esa plata salió toda de la partida secreta de Miraflores. Se calcula que Rómulo entonces recibía únicamente por sueldos del Estado, sin contar las ayudas que le llovían de todas partes, una entrada neta de unos treinta mil dólares mensuales, que no tenía necesidad, además, de tocar. No tenía, pues, nada de pobre hombre ni de hombre pobre.
En el caso de Zapata, él además de ser un asiduo expositor en el Museo de Arte Contemporáneo conseguía cotizarse alto, vendiendo su pluma y su talento a la madre de los farsantes del diario El Nacional, mister Bobolongo. Nos cansamos de verle andar en cuatro manos por los pasillos de Miraflores en tiempos de CAP y de Lusinchi. Dijo que Betancourt era el grandioso padre de la democracia venezolana, y que elogió con mucha pasión su obra. Fue Zapata, de los que se cansó de decir que Lusinchi le quedaba grande a Venezuela. En Febrero de 1969, Domingo Fuentes le entregó a Zapata una edición de “La Fiesta del Embajador” del escrito Argenis Rodríguez, para que la ilustrara. Zapata contestó que la pinga, que lo estaban cazando, tanto los comunistas como la gente de la oligarquía, y que si se resbalaba lo jodían. Todo el peligro se encontraba en que ilustrar un libro del terrible de Argenis, era muy peligroso porque si lo ilustraba Zapata quedaba mal con los comunistas (que luego se venderían a la derecha pero que controlaban la cultura), y también quedaba mal con la oligarquía que financiaba a esa ala comunista que vivía de la cultura. Zapata le contó a Fuentes que estaba sufriendo presiones, y él necesitaba cuidar sus lochitas. Estaba claro que no le interesaban las ideas, sino sus lochas. Para Zapata los que tiene ideas son los oligarcas. Entonces los “comunistas” que controlaban la cultura le temían a los oligarcas que Argenis atacaba en “La Fiesta del Embajador”. Aquellos “comunistas” que trabajaron para el gobierno luego con Chávez se pasaron en cambote para la Coordinadora Democrática. ¿Pero cómo Zapata iba a ilustrar un libro del peligroso Argenis Rodríguez si en 1969 ya él estaba haciendo exposiciones en la sala Mendoza, era invitado de honor en los salones de los Boulton, de los Cisneros, de los Oteros, de las casas de publicidad, todos oligarcas? No quiso Pedro León Zapata ilustrar el libro “La Fiesta del Embajador” porque en ese febrero de 1969 estaba ilustrando una propaganda para el Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes, INCIBA, una dependencia del gobierno adeco. ¿Y nos van a venir ahora con que se está muriendo de hambre? De hambre sí se murió Argenis.
A la pregunta de “-¿Cree que esta situación puede ser interpretada con humor?”, como el Cantinflas cacofónico de las letras que ha sido toda su vida, responde: “El único modo desde el cual esto puede ser tolerablemente visto, es desde el punto de vista del humor porque cualquier otro punto de vista sería intolerable. Tiene que ser vista con humor porque se trata de algo sumamente serio y dramático e incluso doloroso. Es cómico, no es humorístico, porque simplemente ya se trata de una comedia”.
[1] Rómulo Betancourt, Hacia América Latina democrática e integrada, Editorial Senderos, Caracas (Venezuela), 1967, pág. 13.
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