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El ex gobernador de Caracas y ex embajador de Venezuela ante ONU en el primero y segundo gobierno de CAP respectivamente, Don Diego Arria, tiene una brillante trayectoria como corrupto, por encima de los señalamientos de la opinión pública, de hechos que evidenciaron su dudoso manejo de los fondos públicos y después de burlar la justicia como tantos personajes de la IV República.
Cuando Arria fuera gobernador de Caracas en 1974 autorizó entre otros chanchullos la compra de 800 autobuses húngaros de la marca Ikarus por un monto de 136.000 bolívares cada uno. Posteriormente se supo que el costo unitario de estos vehículos era de 76.000 mil bolívares, lo cual implica un sobreprecio de 60.000 mil bolívares en la adquisición de cada autobús, multipliquen ustedes 800 x 60.000 mil y saquen sus cuentas teniendo en consideración que cada dólar en esa época costaba 4.30 Bs.
La citada operación de compra fraudulenta fue hecha de contado, los autobuses resultaron ser chatarra camuflada debido a persistentes fallas mecánicas y terminaron su vida útil guardados en un estacionamiento de transporte municipal de la Yaguara, como tenían pisos de cartón piedra que se tornaron particularmente quebradizos en los días de lluvia, un día aciago después de romperse uno de los mismos, murió un niño al caer violentamente en el pavimento. Por su puesto, ni Diego Arria, ni el estado, asumieron la responsabilidad judicial por el hecho, sobre todo porque se trataba de un muchacho pobre.
A Dieguito recientemente le fue imposible demostrar el origen del título de propiedad de las tierras de la Hacienda “La Carolina”, situada en Nirgua, estado Yaracuy, acto seguido el estado sustentándose en las atribuciones legales que le corresponden, procedió a expropiarlo para darle una utilidad social a esta extensión territorial y sustituir la practica latifundista clásica: 376 hectáreas en manos de un terrateniente, con bajos niveles de producción agropecuaria y trabajadores en pésimas condiciones laborales.
La última es que otra vez Dieguito, un corrupto cuarto republiqista y enemigo acérrimo del presidente Chávez, decidió apoyar a los supuestos “ huelguitas de hambre” que pidieron la libertad de líderes de la MUD, que estaban detenidos por estar incursos en delitos de corrupción y homicidio entre las principales acusaciones: ¡la farsa llama a los farsantes!
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