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Como enfermedad social, grave, deprimente i patognomónica de la mafia adeca, vino del norte i su principal trasmisor o “vector”: se llamó Rómulo Bethancourt, fundador desde Guatire, del “partido del pueblo”. Por lo menos en Maracaibo, el medio que conozco bien desde los tiempos de López Contreras, Medina Angarita (el primer gran demócrata de nuestra historia republicana) i los tiempos de Pérez Jiménez, cuando hubo adecos que se negaron a entrar i combatir en la clandestinidad por cobardía, i Acción Democrática era un partido político que tenía gente honesta i valiosa; pero a partir del “gran viraje del socialismo” usando la terminología de Roger Garaudy el ex presidente del Partido Comunista francés, aquí gran viraje fue del comunista Rómulo de la generación del 28, para entregarse rendido en brazos del Tío Sam, i seguir regalándole el petróleo. Desde entonces, el partido empezó a podrirse pese a que compartió con COPEI, el partido disfrazado de religión que se mostraron como fieros inquisidores, los hombres sanos de AD, murieron en el exterior como Andrés Eloy Blanco o se fueron con Prieto i Paz Galarraga para el MEP (los calificaron de Mandocas, Empanadas i Pastelitos) i otros partidos de izquierda esporulados, o se fueron aislando i avergonzando de su membresía, como los casos de Arteaga Pérez, Medina Acosta, Borjas Romero, Belloso Chacín, Eloy Párraga i otros, quedando desde entonces en plenitud de protagonismo, los secuaces de Rómulo i Carlos Andrés Pérez (equivalentes a Pérez Jiménez dictador, i a Pedro Estrada, Policía del Régimen). Desde esos años, Acción Democrática fue el partido más nefasto, corrupto e inmoral de este país llegando a ser Raúl “El Bueno” Leoni, el campeón de los muertos i desaparecidos en nuestra política; i un ejemplo de esa descendencia viciada i antiética, se nos presentó en la AN, en el deshonesto, corrupto e inmoral ejemplo confirmatorio, con la pública actuación de una figura emblemática de los que todavía quedan con uña en el rabo escondida entre la paja. Ni más ni menos que el ex gobernador de Mérida, William Dávila, petulante o arrogante como siempre, i supremo embustero.
La deshonestidad, pensando como Albert Camus, es la honradez, la integridad o la autoestima que no está sujeta a reglas i que para Vallejo-Nájera, el afamado psiquiatra español, no es una enfermedad psiquiátrica auténtica (con lesiones cerebrales) ni siquiera una neurosis o reacciones vivenciales anormales, sino una especie de enfermedad mental i social, una psicosis en la cual el paciente se da cuenta de su padecer i trata de suprimirlo o curarse; no así el psicótico, que puede estar convencido de que él tiene la razón i que son los demás los que están equivocados (Vallejo-Nájera). Por eso se dice que si un loco se da cuenta que está loco, es porque no está loco. Por eso este ex gobernador debe sentirse que no está loco pero actúa como tal, pues simplemente es deshonesto, mafioso i corrupto. ¿Cómo puede un hombre en el seno de un parlamento, con el antecedente de haber ocupado antes un elevado cargo público, quizá hasta pensando ser candidato presidencial en las primarias, llegar a mentir tan descaradamente, i agreguemos, de manera tan estúpida o ridícula? ¿No tiene ni un mínimos de vergüenza o de respeto por sí mismo i su familia, ya que prueba que desprecia al pueblo o a sus conciudadanos partido? Ente espécimen del bípedo implume que definía Platón, ¿No tiene el menor talento para pensar que tan burdo fraude lo iba a hacer quedar al descubierto lleno del fétido olor de la ridiculez i la mentira? ¿Acaso es bruto? Pues bien, con voz de magistrado en una tribuna o maestro en el aula, enseñó una foto grande a color i dijo que así estaban quedando los sembrados en el sur del lago, desde que el gobierno intervino para acabar latifundios, esclavitudes e injusticia con los campesinos. Agitaba esa categórica prueba, i elevaba la voz: “esta foto es de hoi” i bastaron escasas horas para que le demostraran que estaba tomada de un documento digital por Internet, realizado en junio del año pasado i en República Dominicana. Mire señor Dávila; recuerde que en Polonia, una vez, un ministro que se sentía honesto, fue acusado de corrupción i se lo probaron. Al día siguiente se suicidó de la vergüenza; no le pido que se suicide, soi médico i filósofo, contrario a ello; pero usted al menos debería retirarse de una Asamblea Nacional que ha ofendido, conjuntamente ofendiendo a todo el pueblo venezolano. Váyase a sembrar plátanos i a combatir a la sigatoka negra, porque representa el prototipo del Hombre Mediocre de Ingenieros: “El hombre mediocre es solemne, modesto, indeciso y obtuso” aunque a usted lo de modesto no le cuadra. ¿Cómo ha quedado usted ante su familia, su esposa, sus hijos i sus padres si tiene la dicha de tenerlos? ¿No cree que a ellos también los haya ofendido? Usted padece de una psicosis deteriorativa, con menoscabo de una función fisiológica i mental progresiva; aunque dejando a un lado lo psiquiátrico o psicológico, finalizo recordándole que, luego de la Declaración de los Derechos Humanos en 1948, i el Pacto Internacional de los mismos derechos en 1966 i establecerse los Derechos Civiles i Políticos, se hizo enumeración de los que se consideran fundamentales, estableciéndose una lista de 21, entre los cuales, después del primero, Derecho Libertad i el segundo, Derecho a la Igualdad, se consideró fundamental i en tercer lugar, el Derecho a la Dignidad que usted ha pisoteado con su deplorable actuación en la Asamblea del martes 22 de febrero de 2011. Por favor, solo le pide el pueblo venezolano: sea digno. Dijo Baltasar Gracián: “nunca debe perderse el respeto a sí mismo”.
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