
Los medios de comunicación internacionales acaban de informar que el cineasta Roman Polanski ha sido detenido en Suiza debido a un pedido de extradición de Estados Unidos de América. Se le acusa de haber mantenido relaciones sexuales (no de haber violado) con una menor de 13 años hace ¡32 años! La presunta agraviada, Samantha Geimer, hoy con 45 años de edad a cuesta, ha pedido que la justicia de su país cerrara el proceso y se olvidara el caso. Sin embargo, el sistema judicial norteamericano no toma en cuenta este tipo de solicitud y decide seguir adelante con el juicio para llevar a la cárcel, por varios años, al afamado director de cine. ¡Dura es la Ley, pero es la Ley!
Los amigos pitiyanquis dirán que las leyes norteamericanas son una maravilla y que nadie está excluido de cumplirlas, así sea Polanski. Pero ¿qué ocurre con los crímenes más horrendos cometidos por los norteamericanos? Desde el inicio mismo de la colonización inglesa en América, millones de indios fueron asesinados y sus tierras arrebatadas. Luego los colonos se dedicaron con gran entusiasmo a comprar esclavos y, pese al furibundo racismo, no tuvieron muchos inconvenientes en violar a las mujeres afrodescendientes, como también lo hicieron con las indias o con las asiáticas emigradas a nuestro continente. Durante la primera y segunda guerras mundiales fue uno de sus pasatiempos predilectos, sólo que sus medios de comunicación y Hollywood nos mostraban a las mujeres europeas “ansiosas” por ser disfrutadas sexualmente por los rubios muchachotes gringos. Luego, en Japón, destruir seres humanos se convierte en algo mucho más excelso: dos bombas atómicas e incontables mujeres, niños, ancianos y, en general, civiles no combatientes, fueron masacrados sin el menor arrepentimiento. Luego, durante la ocupación, el tedio de los invasores encontraba alivio en la violación de japonesas. En Vietnam fueron asesinados más de tres millones de personas y lanzado sobre su territorio más bombas que todas las utilizadas durante la segunda guerra mundial. Las violaciones y asesinatos de niñas y mujeres vietnamitas, camboyanas y laosianas, se convirtieron en hechos rutinarios. Ahora Irak y Afganistán, incluso Colombia, viven los arrebatos amorosos de la soldadesca norteamericana.
¿Cómo podemos dejar de criticar tanta hipocresía? A Polanski se le condena, pero los cientos de miles de niñas y mujeres violadas por las tropas norteamericanas en su afán de conquista mundial son ocultadas y las vuelven invisibles. Si no se habla del asunto es porque no ha ocurrido, y así la tímida conciencia que caracteriza al sistema impuesto por el capitalismo puede dormir en paz y sin sobresaltos.
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